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sábado, 5 de febrero de 2011

Las Bibliotecas Virtuales, bibliotecas de lo digital.

Desde que el mundo es mundo uno de las grandes inquietudes de la humanidad ha siso la conservación del conocimiento para las generaciones futuras; al principio fueron las pinturas en las cuevas donde el hombre del paleolítico quiso transmitir su conocimiento sobre los animales que poblaban su hábitat y de la forma de cazarlos a las generaciones futuras; vinieron posteriormente las civilizaciones antiguas, que eran tales porque poseían el precioso don de la escritura y grabaron en piedra aquello que consideraron que debía perdurar en el tiempo, y así, conocemos hoy en día mucho de la cultura egipcia gracias a la escritura jeroglífica escrita en piedra, o conocemos las leyes por las que se regían hace casi 4000 años en Mesopotamia gracias al código de Hamurabi, que hoy se conserva en el museo del Louvre de París, o a las tablillas de barro que utilizaron a lo largo de los siglos diferentes culturas.

Durante el periodo helenístico se concibieron las primeras bibliotecas, como la de Pérgamo o la de Alejandría, esta última creada por los griegos asentados en Egipto después de la época alejandrina, los Ptolomeos, que nace con el objetivo de conservar todo el conocimiento de la época plasmado en escritos. Los ejemplares se copiaban manualmente en diferentes soporte, el más conocido, el papiro.

Los romanos, herederos de la cultura griega, también tuvieron sus bibliotecas, algunas famosas como la Octaviana, la Palatina o la Ulpía.

Durante la edad media, una época oscura para el conocimiento, fueron los monjes los encargados de mantener los escritos en las bibliotecas que se conservaban en los monasterios, copiando manualmente los ejemplares en finas capas de piel curtida llamados pergaminos; mientras, en la China ya se utilizaba el papel, que no llego hasta Europa hasta el siglo XV, y que junto a la imprenta hicieron que la difusión del conocimiento escrito fuera más democrática.

Con las revoluciones del siglo XVIII, la francesa y la americana, que potencian la cultura y el conocimiento como un derecho universal, y la facilidad para generar copias impresas que da la tecnología, comienza poco a poco la creación de una red mundial de bibliotecas de forma que hoy en día cualquier ciudadano de cualquier país mínimamente desarrollado tiene acceso a una o varias de estas instituciones.

Y por fin llegamos a la era actual, la era digital y cómo no, las bibliotecas dan un paso más y se digitalizan y ofrecen sus fondos ya no solo en formato papel sino que cada vez hay más oferta en formato digital. Documentos únicos a los que un ciudadano de a pie le era imposible tener entre sus manos están hoy en día digitalizados en al red o hay proyectos para que lo estén próximamente, al acceso de cualquiera que tenga un ordenador e internet. No voy a entrar ahora en analizar estas iniciativas, pero a quien esté interesado le propongo la lectura de un artículo que publicó el diario El País en 2008 donde se hace referencia a algunas de estas iniciativas, y que, cómo no, está digitalizado.



Pero mi reflexión me lleva a dar un paso más y preguntarme qué pasa con todo el conocimiento que se transcribe hoy en día directamente en formato digital, que no ha sido ni será nunca publicado por un editorial al uso y puesto a la venta o regalado, me da igual, en formato papel. Este artículo, sin ir más lejos, y los miles de artículos que están depositados hoy en blogs, las novelas, los ensayos y los poemas publicados por sus autores en páginas web, manuales técnicos, recetas de cocina, críticas de cine........

La Web 2.0 nos permite no sólo ser receptores culturales, consumidores según algunos, sino también ser productores culturales, generadores de conocimiento. Hay proyectos para recuperar fotografías de particulares que reflejen una determinada época o lugar con la idea de que ese archivo gráfico repartido en los cajones de nuestras casas no se pierda para siempre, y en contraposición nuestras fotos digitales inundan a red sin que nadie les de el menor valor.

Me pregunto si no es el momento adecuado para que la humanidad empiece a pensar en cómo va a conservar todo el conocimiento generado en este siglo XXI y que está depositado en un soporte tan etéreo e inmaterial como son los bits.

¿Habrá alguien dentro de docientos años leyendo este artículo en la Web N.0 y riéndose del poco conocimiento tecnológico que teníamos los cavernícolas digitales?, o por el contrario, los bits arderán, metafóricamente hablando, como ardió el papiro en la biblioteca de Alejandría; basta con que alguien haga un “delete file” (borrar archivo) en un servidor lejano y desonocido para nosotros.

Deberíamos empezar a pensar ya en estas nuevas bibliotecas complementarias de las existentes, en las Bibliotecas de lo Digital, en las Bibliotecas Virtuales.


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